15.02.2010donde se encadenan los mejores balnearios del país, lo privado avanza sobre lo público y clavar una sombrilla puede resultar complicado. Eso se desprende de las denuncias realizadas por varios turistas que en los últimos días fueron “invitados” a retirarse del sector costero que coincide con cada complejo con los argumentos de que para estar en esas playas hay que ser cliente. O sea: hay que pagar.
La controversia se registra en “el verano más exitoso de los últimos años” y mientras las autoridades municipales reconocen que la playa es pública –y la ley lo ratifica– los relatos brotan como espuma de las orillas. Según los veraneantes, entre los balnearios que mandan vigías a la playa para evitar que la gente “acampe” están el Peralta Ramos Personal, Piedra Marina, La Caseta y La Reserva, todos muy exclusivos y altamente patrocinados. Se habla de policías contratados para correr a la gente y cruzar sogas ilegalmente colocadas frente al mar con objeto de fraccionar las playas. Y los dueños de cada complejo, por supuesto, niegan las acusaciones.
Según la legislación municipal y nacional vigente, las playas son libres entre la línea de marea y 60 metros hacia dentro. A partir de ese límite, el espacio puede ser concesionado. Pero a Julia Stiane y una amiga –dos turistas irlandesas– la ley las esquivó. Bajaron a la orilla por el balneario público Relincó, se sentaron frente a las carpas del Peralta Ramos y se pusieron a tomar sol a dos metros del mar. Entonces apareció un guardia de seguridad y les pidió que se retiraran. La gente intentó persuadir al vigía de que no las echara, pero fue en vano.
“Me quedé impresionada por la forma en que nos dijeron que nos fuéramos. Sé que esto no está bien, por lo que pedí explicaciones. Si quiero quedarme, tengo que pagar 180 pesos y alquilar una sombrilla. Si no, me tengo que ir a tomar sol a otra parte”, dijo Julia a Crítica de la Argentina.
Las turistas caminaron hasta el balneario de al lado para no discutir con los agentes. Pero los veraneantes que presenciaron el hecho se agruparon frente al guardia y comenzaron a aplaudir espontáneamente en acto de repudio.
Los administradores del balneario Peralta Ramos, sin embargo, niegan todo. Uno de ellos explicó: “Acá no hubo ningún problema. Nadie se acercó a denunciar nada. Nosotros tenemos guardia de seguridad, pero arriba, en el ingreso al balneario. Al lado de nuestra playa, hay una bajada pública y por ahí la gente puede entrar al mar y caminar por el sector costero. Lo que no puede es estar en la zona de carpas”.
María Etcheverri, porteña, madre de familia, vivió una experiencia también traumática, pero resistió. Quiso abrir su sombrilla en la costa de Piedra Marina y le pidieron que no lo hiciera porque “estaba prohibido”. María no confió en los argumentos que le dieron y llamó a la policía. Los efectivos bonaerenses le dieron la razón y se quedó tomando sol de espaldas al complejo y de cara al mar.
Laura Narbais viajó de Concordia a Mar del Plata para pasar unas vacaciones en familia, pero no para atravesar este mal trance: “Me ubiqué en la orilla, frente al parador Peralta Ramos. Estaba fuera de la línea de carpas que supuestamente delimita la playa privada. Pero vinieron a decirme que tenía que irme de allí porque era terreno privado para quienes pagan las carpas. Yo sabía que a metros del mar, la playa es pública, así que no acepté irme”.
Hace treinta años, los balnearios de la polémica no existían. Eran largas extensiones de cielo, arena y rumor de mar. Unos pocos se atrevían a veranear en esas costas que se ofrecían como la alternativa rústica de Punta Mogotes, un complejo masivo y todo servicio. Ahora, en cambio, las playas del sur son el paraíso de las marcas y el consumo y el imán donde descansan las multitudes modernas que eligen la Feliz. Frente a su desarrollo, las playas públicas pierden espacio y surgen conflictos inesperados. “No podemos dar una opinión, mientras no exista una denuncia formal y concreta. Nosotros decimos que la playa es vía pública”, dice Pablo Fernández, secretario de Turismo marplatense. “La zona de carpas es privada, pero la playa no. De ser ciertos, cualquiera de estos casos es ilegal”, asegura, reflexiona y concluye: “Tendremos que investigar”.